Para poder medir la evolución del desarrollo sustentable en un territorio, es necesario contar con información sobre los recursos y los activos económicos, sociales, ecológicos e institucionales a lo largo del tiempo. Los indicadores pueden proporcionar esta información, cuantificándola y simplificándola para así poder identificar aquellas variables que afectan o mejoran la calidad de vida de los habitantes. En otras palabras, los indicadores permiten comprender cómo funcionan los subsistemas económico, social, ambiental e institucional, que integran el sistema territorial en estudio.
Cuando se emplean indicadores en las estrategias de desarrollo sustentable a nivel nacional y local, éstos deben reflejar los procesos heterogéneos de cada región, más que promover una homogenización de experiencias. El comprender estos procesos, asegura coherencia en las distintas intervenciones públicas.
De este modo, los indicadores deben estar orientados en la dirección de los objetivos del desarrollo sustentable de la región en cuestión. Así, los indicadores variarán de acuerdo a las características específicas del territorio en que se aplican. En unos casos, será fundamental conocer los niveles de pobreza, en cambio, en sociedades de menor inequidad, será más significativo conocer la calidad ambiental.
Los datos que proveen los indicadores no son suficientes en sí mismos, ya que la información debe ser organizada, jerarquizada y contextualizada para ser convertida posteriormente en conocimiento útil para la toma de decisiones. En este sentido, la finalidad última de los indicadores es orientar, desde la dimensión institucional, la planificación estratégica de un territorio y retroalimentar los procesos de gobernanza.
Los indicadores que miden cambios retrospectivamente son menos adecuados para el análisis de la sustentabilidad que los indicadores que son fijados para diseñar prospecciones o tendencias, generadas a través de procesos participativos de la sociedad. No obstante, en muchos casos estos indicadores son difíciles de construir debido a la escasez de datos ambientales y a la debilidad de los datos sociales existentes. Los datos económicos son usualmente insatisfactorios debido a la orientación de las estrategias de desarrollo nacional y regional durante la última mitad del siglo XX. Así, la calidad de todos estos datos se convierte en un desafío importante.
Para que sean efectivos, los indicadores deben tener las siguientes características: involucramiento comunitario; vínculos (social–ambiental–económico); validez (relevancia); disponibilidad y frecuencia; estabilidad y confiabilidad. Los indicadores deben ser comprensibles (a la persona no–experta); susceptibles (a los cambios); relevantes a las políticas; flexibles (hacia el futuro); y proactivos (señalando desafíos más que reflejando un estado actual).
LOS INDICADORES MÁS USADOS HOY
Algunos de los indicadores compuestos que se utilizan con más frecuencia actualmente son:
1. La huella ecológica es un indicador compuesto empleado mundialmente para medir la huella que la humanidad deja en la naturaleza con su modo de vida actual. Contabiliza la cantidad de área de tierra y agua que usa una población humana para abastecerse de todo lo que necesita y para absorber sus desechos.
Por lo tanto, este indicador es capaz de comparar la demanda humana contra la oferta de la naturaleza, es decir, su biocapacidad.
Al medir la huella ecológica de una población, un individuo, una ciudad, una región ,un negocio, una nación, o toda la humanidad, podemos determinar la presión que ejercemos sobre el planeta. El objetivo de este indicador es que empecemos a tomar en cuenta nuestros mínimos ecológicos en las tomas de decisiones y a utilizar el ingenio humano a través del impulso en investigación, el desarrollo tecnológico y la innovación para encontrar nuevas formas de vivir dentro de los límites de la Tierra.
2. El análisis del flujo de materiales es un indicador que hace un inventario sistemático de la forma en que un producto transita a lo largo de su ciclo de vida natural o económico. Al analizar este ciclo de vida, se evalúan los efectos ecológicos, los consumos de materiales y energía, los impactos ambientales que se presentan durante el ciclo, así como los desechos que genera al final de su vida útil.
El AFM plantea que es necesaria una desmaterialización de la economía, es decir, una reducción general en el uso de los recursos naturales para lograr un crecimiento económico en línea con la capacidad de carga de los ecosistemas. Con este fin, el desarrollo económico y el requerimiento de recursos naturales deben estar desacoplados. En otras palabras, se debe aumentar la eficiencia en el uso de recursos y en los procesos, produciendo más y mejor con menos consumo y menos impacto ambiental.
Este indicador es muy útil en la formulación de huellas ecológicas; ambos se complementan a la hora de diagnosticar la sustentabilidad de un territorio.
Un concepto relacionado con el AFM es el de “mochila ecológica”, que explica la cantidad de material consumido o desplazado durante la producción o distribución de los productos y que se relaciona con el servicio finalmente conseguido.
En la búsqueda de la eficiencia en el consumo de recursos, deberíamos elegir productos y servicios de baja “mochila ecológica”. Por ejemplo, un anillo de oro es particularmente “pesado”. Para 10 gramos de oro, se mueven sólo en la mina 3.500 kilos de materiales. Si fuera de plata, sólo movería 75 kilos.
3. La mayoría de las metodologías que surgen de la economía ecológica cuestionan los enfoques de la economía clásica y promueven alternativas. El Índice de Bienestar Económico Sustentable (IBES), y su biproducto el Indicador de Progreso Genuino (IPG) reflejan una fuerte divergencia del PIB cuando se analizan los casos nacionales. Básicamente se distinguen porque integran criterios sociales, ambientales y económicos en las evaluaciones de sustentabilidad.
El Indicador de Progreso Genuino (IPG) es un sistema alternativo de medición, compuesto por 26 indicadores simples, que se diferencia del Producto Interno Bruto (PIB), en que adjudica mayor pertinencia a valores subjetivos como el bienestar, que a valores objetivos como el consumo. Por ejemplo, la actividad económica pura derivada del crecimiento urbano explosivo contribuye en gran medida al PIB. Sin embargo, simultáneamente, se producen desplazamientos de larga duración, aumento de la congestión del tráfico y accidentes vehiculares, y conversión excesiva del uso de la tierra rural o semirural en urbana. En este caso, la mayor circulación de dinero dentro de una economía no significa necesariamente que ésta sea sustentable o próspera. Esto puede resultar, en los casos más extremos, en un IPG inversamente proporcional al PIB.
1.-Los indicadores para medir el desarrollo sustentable (s.a) (s.f) recuperado el 20/05/2015 de http://www.antofagastasustentable.cl/web/los-indicadores-para-medir-el-desarrollo-sustentable/